lunes, 18 de febrero de 2008
Cielo mojado
Resulta extraño la primera vez que lo pruebas. Probablemente estés acostumbrado a ver fotos, programas de televisión o alguna que otra película que cuente con todo detalle lo que significa respirar bajo el agua, pero hasta que no te enfundas en un traje, te pones un cinturón plomizo, un chaleco incómodo y más pesado aún todavía que el anterior, ordenas a la nariz que deje de respirar en favor de la boca, te colocas torpemente las aletas mientras el barco no deja de moverse, miras al frente, te sujetas la máscara y saltas, hasta ese instante, uno no se puede imaginar lo que realmente significa respirar bajo el agua. Y lo que es más sorprendente, no eres capaz de imaginar a la ligera lo que te espera allí abajo.
Ayer era mi segundo día realizando dicha rutina. Temprano por la mañana, después de una hora de trayecto, varios rayos de sol y alguna que otra ráfaga de lluvia, nos aproximamos con el barco a un punto delimitado por una boya junto a una rocosa isla desierta situada en el Golfo de Tailandia, a escasas millas del puerto pesquero de Rayong. Según el capitán del barco, unos cuantos metros más abajo de dicho punto yacía un barco hundido.
Pok, un monitor tailandés con el que uno se entiende mejor bajo el agua que con los pies sobre la tierra, se acercó a mí y me sugirió la posibilidad de bajar a verlo. Por prudencia no le pregunté a qué profundidad se encontraba, aunque me aseguré de que el descenso fuera suave, tranquilo. Aunque físicamente lo tenía a mis pies, hasta ese momento, para mí eran inimaginables las sensaciones que junto a ese barco me aguardaban allí abajo.
Siguiendo en todo momento las instrucciones de Khruu Pok comenzamos a descender, poco a poco, sin prisa, como yo le había ordenado, pero sin pausa, como dictó su remojada experiencia. Después de varios minutos de descenso hacia las profundidades por fin alcancé a apoyar mis pies con forma de aleta en la arena. Era el momento de mirar al frente para contemplar con mis propios ojos aquél mito literario del barco hundido en las profundidades del océano. Eso sí, no sin antes revisar por simple curiosidad la distancia que me separaba de la superficie: 27 metros.
Sin duda, y aunque suene contradictorio, he de decir que ha sido lo más cerca que he estado del cielo. Sinceramente, allí abajo uno no nada, uno vuela mientras burbujea. Glup, glup, glup!!!
(Wet sky)
It´s strange the first time you try. Probably you are used to watch pics, TV programs or any kind of movie that explain deeply in detail what means to breath underwater, but until you get inside a wetsuit, you wear a heavy belt, an unconfortable waistcoast even heavier than the belt, you ask your nose to stop breathing because you want your mouth to do that, you put clumsily your fins at the same time the boat keeps moving, you look to your front, you fix your mask and jump, until that momento, oneself cannot imagine what really means to breath underwater. And what is even more surprising, you cannot imagine in a light way what is awaiting down there.
Yesterday was my second day dealing with this routine. Early in the morning, after one hour of journey, few sunlights and some raindrops coming from the sky, our boat approached a floating point near to a rocky and uninhabited island located inside the Gulf of Tailand, few miles away from Rayong, a fisher village. Following the explanation of our captain, some meters under that point a sunken ship layed down.
Pok, a Thai instructor with whom I communicate better underwater than with our feet overground, came to me and suggested to dive to the bottom to watch it. Good judgement prevented me from asked how deep it was, although I made sure that the descense was gonna be smooth and quite. Physically it was under my feet, but for me all the feelings were, until that moment, hiddenly undiscover down there though.
Following all the instructions that came from Khruu Pok, we began to descend, Little by little, no hurry, as I asked for, nor stop, as his wet experience leaded him. After few minutes heading the depth at last I reached the botton where I spotted my fin-shape feet over the sand. That was the moment to look at the front and stare with my own eyes that literary myth of the sunken ship at the ocean´s depths. At that time, just as a matter of simple curiosity I checked out the distance to the surface: 27 metres.
No doubt, although it can sound quite contradictory, I must say that it has been the nearest place I have ever been from the sky. Honestly, down there oneself doesn´t swim, just fly while bubble… glup, glup, glup!!!
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4 comentarios:
se me cae la baba....
literalmente. jorgin
Perdón por la frivolidad, pero en ese peñote cercano a Radyong, ¿había un chiringuito para tomar una cañita?
En el peñote no había absolutamente nada de nada. Eso sí, a bordo del barco había lo justo y necesario. Porque estos thais otra cosa igual pero hambre y sed no pasaban.
Un poco de bambú, arroz, un curry verde, piña, sandía, agua, refrescos, y como no, la cerveza nacional: Singha!!!
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