domingo, 27 de mayo de 2007

El tiempo




Hay costumbres británicas que ni comprendo ni comparto, aunque existen otras que resultan bastante lógicas, razonables, incluso hasta graciosas. Cuestionarlas es natural cuando sientes que no te pertenecen, que no son las tuyas propias, aunque a veces resulta sorprendente descubrirte practicándolas de manera inconsciente.

Esta mañana, bajo la lluvia que nos lleva acompañando estas últimas semanas, he vuelto a hablar del tiempo. Ya no recuerdo cuántas veces lo he citado, apuntado, referido, comentado, diagnosticado o previsto últimamente, pero hoy había decidido no hacerlo, sólo por comprobar la consistencia de una de las principales costumbres anglosajonas. Y no lo he conseguido.

El caso fue que nada más llegar a mi trabajo, mientras colocaba unas mesas a la puerta del café, una señora mayor que caminaba por la acera abrazada a su paraguas, me mira y me comenta sonriente al verme: - "¿Eres una persona optimista, verdad?". Yo no dije nada, aunque sé que mi cara lo dijo todo.


(The Weather)

There are some British habits that I do not understand, but others turn out to be logic, reasonable, even funny. Question them is a natural response when you feel that they don´t belong to you, that they are not yours, although sometimes it´s surprising to discover ourselves practising them in an unconscious way.


This morning, under the same rain of these last weeks, I´ve talked again about the weather. I can´t remember how many times I have quoted, pointed, referred, commented, diagnosed or foreseen recently, but today I had decided not to do it, only to check the consistency of one of the main English traditions. I couldn´t get it.


The thing was that I just arrived at my workplace, while I was laying-out tables and chairs outside the local, an old lady that was walking through the pavement embraced to her umbrella, looked at me and told with a smile in her face and the rain falling over his head:
- "Are you an optimistic, aren´t you?" I didn´t say a word, but I know my face said all.


domingo, 20 de mayo de 2007

Comida orgánica


Desde hace un tiempo vengo reflexionando acerca de la alimentación britanica. Obviamente, me llaman la atención muchas cosas, demasiadas para ser sincero. Puntualizo diciendo que cuando digo que "me llaman la atención", el 95% de las ocasiones lo digo porque me asusta lo que veo.

Cada vez que entro en un supermercado me detengo medio minuto a contemplar el expositor de los paquetes de pimientos tricolor como si de un semáforo se tratara. La verdad que los miro y es cuando verdaderamente pienso que la sección de verduras y hortalizas de cualquier gran superficie merece la pena ser evitada.

Lo más curioso del tema aparece cuando entras en una tienda donde venden eso que llaman "comida orgánica". A bote pronto suena extraño eso de que la comida recobre la vida evitando el supermercado y se exponga a la venta como remedio natural a las pesadillas y torturas que van incluidas en el carrito de la compra. Lo cierto es que en estos establecimientos dicen que todo es natural, como la comida misma, y que todo es orgánico.

Valga la paradoja, resulta que estas tiendas suelen estar frecuentadas por vegetarianos orgullosos de no participar ni activa ni pasivamente en el asesinato de ni uno sólo de los seres vivos de este planeta, pero que en cambio disfrutan con gusto mientras devoran la vitalidad de sus frutas y verduras.

Lo más gordo viene cuando decido dar un paso adelante en la reflexión o dos para atrás en la evolución de la alimentación, y me doy cuenta de la tomadura de pelo, tanto de la orgánica como de la inorgánica, si es que se vende: antes, los productos de la abuela resultaban ser poco higiénicos por el simple hecho de ir directamente de la huerta al plato, mientras que el supermercado nos ofrecía una pulcritud digna de cualquier centro hospitalario. Ahora resulta que la abuela se ha puesto de moda, al igual que las huertas y todos sus insectos, mientras que la higiene y las inyecciones han dado paso a una invasión-diversión mutante donde, desgraciadamente, lo único que no disminuye es el tamaño.



(Organic Food)

Since time ago, I´ve been thinking about the British food. Obviously, there´s many things that get my attention, too many to be honest. I specify that everytime I say "it gets my attention", the 95% of the time it´s because I feel scared about what I see.


Everytime I go inside a supermarket I stop half a minute to stare at the tricolour bags of peppers as they were some kind of traffic lights. Honestly, when I look at them I really think that any vegetables and fruit section it´s not worth to be visited.

The oddest thing about the topic appears inside the shops where it´s sold that kind of food called organic. At first sight, it sounds weird that the food can get its life back avoiding the supermarket and finishes been exposed to be sold as a natural remedy against the nightmares and tortures that go inside the shopping trolley. The fact is that this kind of establishments say that all what they offer is natural, as food itself, and that everything has been grown organically.

The paradox is served when we think about who are the regular customers who are really proud of not getting involved no active nor pasively in any animal´s killing around this planet, but they enjoy with pleasure while devouring the fruit and veg´s vitality.


The most shocking it´s when I decide to step forward in the reflection or step two backward in the food´s evolution, and realise the cheat, both the organic and the inorganic, if exists: before, the grandma´s products were less hygienic ´cause they came straight from the ground to the plate, while the supermarket offered a neat worthy of any hospital. Now that the grandma becomes cool, as well as her markets and all their insects, while the hygiene and the injections have turned into a funny and mutant invasion where sadly the only thing that doesn´t diminish is the size.

martes, 8 de mayo de 2007

Cintas



El otro día presencié una actuación que me dejó boquiabierto. Sobre el escenario un pinchadiscos, hasta ahí nada nuevo. Lo sorprendente, además de su edad y de su pasión por música, sus herramientas de trabajo. A día de hoy raro es enfrentarse a un escenario sin una brillante manzanita o unos vinilos que dan vueltas. Al contrario, lo que vi y oí fue una sucesión de cintas de 45´, de 60´, de 90´, llenas de reagge, soul, dub y funk.

Hoy en día está de moda lo de manipular una mesa de mezclas, hace 50 años no lo tengo tan claro. Mérito tiene el haberse mantenido en la escena a pesar de la gigantesca competencia de las últimas décadas. Y todavía más inaudito haberlo hecho a través de tiempo con las mismas armas que al principio, sin avances tecnológicos, con gusto, y sobre todo, amor al arte.

Dj Derek, casado en dos ocasiones, dice que si por algo no se ha separado nunca de sus cintas es porque, al contrario que sus anteriores mujeres, éstas siempre le han obedecido. Y le obederán siempre.

(Tapes)

The other day I watched a show that left me flabbergasted. On the stage a deejay, nothing new. The amazing, apart from his age and his passion for the music, his work tools. Today rare is facing a stage without a brilliant apple or some spinning vinyls. As opposed to, what I saw was a succession of 45´, 60´ and 90´ tapes, full of reagge, soul, dub and funk.


Nowadays it´s trendy to manipulate a turntable, 50 years ago, I´m not so sure. It´s a big merit to keep inside the scene despite the huge competition of this last decades. Moreover, it´s unprecedented have done it through the time with the same tools from the beginnign, without technological advances, with taste and for the sake of it.


Dj Derek, married twice, says that the only reason why he haven´t separated from his tapes, on the contrary that with his former wifes, these have always obeyed him. Always.

29



A simple vista un autobús urbano puede parecer un lugar de lo más rutinario: el recorrido nunca varía, el paisaje tampoco, las paradas siempre son las mismas y el precio también (salvo cada 1 de enero). Al fin y al cabo, lo único que cambia, además de la gente que se sube y se baja constantemente, es la duración del trayecto, dependiendo siempre de los atascos que se vaya encontrando por el camino.

El 29 es la excepción que hace que se cumpla la regla. El trayecto comienza en el West End, epicentro turístico londinense, y termina al norte de la ciudad más allá de la zona 3. Cada vez que te subes, te enfrentas a un mundo nuevo. Quiero decir, el trayecto, el paisaje, el precio no cambia de un día para otro como el tiempo, pero los acontecimientos que se celebran y las circunstancias que se dan nunca son las mismas. Cada vez que me subo tengo la sensación de que la aparente normalidad tiene sus minutos más que contados.

He visto de todo. Desde imágenes muy llamativas, sugerentes, divertidas, de esas que te hacen saltar a la acera esbozando una gran sonrisa a otras menos alegres, más desagradables, dignas de ser borradas de nuestra selectiva memoria. Sin ir más lejos, he presenciado encuentros y desencuentros de lo más variado, he visto robos y peleas, he escuchado entretenidos y delirantes monólogos y diálogos de gente de toda clase y condición. El 29 es un laboratorio sociológico sobre ruedas, una especie de montaña rusa urbana que no se detiene nunca. Nunca.

Bien podría decir que el 29 es otra historia, pero seguramente me quedaría corto.



(29)

At first sight a bus can seem a really routine place: the journey never varies, the landscape neither, the stops always are the same and the price too (except every January 1st). After all, the only thing that change, apart from the people that get in and out constantly, it´s the duration of the route, always depending on the traffic jams that can be found by the way.

The 29 is the exception that carries out the rule. The route starts in the West End, London touristic epicentre, and finishes in the north of the city, further than zone 3. Everytime you get in, you face a new world. The journey, the landscape, the price never change from one day to another like the weather, but the events are never the same. Always when I get in I´ve the feeling that the apparent normality has its minutes more than counted.

I´ve watched all kind of stuff. From eye-catching and funny images that make you jump to the pavement hinting a smile to others less cheerful, more unpleasant, worthy of be erased from our selective memory. Without going any further, I´ve witnessed many different meetings or misundertandings, watched thefts and fights, listened amusing and delirious monologues and dialogues from all class and condition. The 29 is a sociological-wheeled lab, a sort of urban roller coaster that never stops. Never.

I could say that the 29 is another story, but I´m sure I´d fall short.

martes, 1 de mayo de 2007

Llanto congelado



Justo antes de viajar a Suecia el pasado invierno leí un reportaje en el suplemento del diario The Guardian acerca de los recién nacidos. Lo que venía a describir, en resumidas cuentas, era lo afortunados que eran los bebés suecos (y sus madres) por el bajo índice de mortalidad que registraban los datos oficiales del país. Para hacerlo aún más plausible, la periodista narraba desde dentro del quirófano dos nacimientos completamente distintos, uno en una clínica sueca cualquiera y otro en un lugar perdido en el continente africano, en uno de esos países delimitados a escuadra y cartabón durante el siglo pasado. En el primero todo funcionaba a la perfección, como es norma nacional, la mejor atención y cuidado tanto para el bebé como para su feliz y agraciada progenitora. En el otro, todo lo contrario. Simplemente, la vida y la muerte entraban juntas de la mano en la sala de partos.

Caminando una soleada aunque fría mañana de invierno por un barrio del sur de Estocolmo, me llamó la atención uno de los cientos de cafés de la ciudad. A la puerta y aparcados en paralelo, toda una parrilla de carricoches de última generación. Dentro charlaban distendidamente sus felices propietarias: las recién mamás, quienes disfrutaban de la calefacción del local, del café y de las deliciosas tartas de frutas con crema de vainilla. Por curiosidad me acerqué hasta la puerta del establecimiento para adivinar lo que a día de hoy sigo sin poder creer. No era posible que mientras unas seguían disfrutando del privilegio de ser las mamás más afortunadas del mundo, los , tras haber aterrizado en el este mundo con el mismo privilegio, tenían que esperar durmiendo a la intemperie a que sus respectivas terminaran el primer desayuno de la semana.

Teniendo muy en cuenta ese dicho de que "en Suecia, todo funciona", la conclusión a la que llegué fue la siguiente: seguramente debía de tratarse de una novedosa técnica pediátrica desarrollada por algún experto de la zona para congelar el llanto del bebé, y de este modo, evitar cualquier tipo de contaminación acústica en el entorno. Y ya puestos a preservar el planeta, ir enfriándoles, antes de que sea demasiado tarde, cualquier tipo de conducta revolucionaria contraria al orden preestablecido de las cosas (en Suecia).


(Frozen crying)

"The Guardian"Just before travelling to Sweden last winter I readed a illustrated report in a supplement of about the newborn babies. Briefly, what the article was about was the lucky of the Swedish babies (and their mum´s too) because the low death rate registered by the official figures of the country. To describe it in a more plausible way, the journalist went inside the operating room to narrate two different births, one in any Swedish clinic and the other one in a lost place located in the African continent, in one of those countries delimitted with a set square during the last century. In the first everything worked its best, as a Swedish rule, the best attention and care both for the babies and for the happy and lucky mother. In the other one, just the oppositte. Simply, life and death went together hand in hand inside the birth room.


Walking one sunny but cold morning in winter in a district in southern Stockholm, I stopped at one of the hundreds of coffe-shops of the city. In front of the entrance and parked in paralel, a whole grid of newest-generation prams. Inside the happy mums were chatting in a relaxed way: the new mums, who were enjoying the heating, the coffe and the delicious fruity tarts with some vanilla cream. I went in front of the door because of the curiosity that I was feeling to guess what today I still can not believe. It was imposible that while they were enjoying the privilege of being the luckiest mums in the world, the babies, after landed in the same place with the same status, they had to wait sleeping a nap in the open until their own mums finished their first breakfast of the week


Reflecting about the following line that says "in Sweden everything works", the conclusion that I got was the next: probably it should be one innovative paediatrician technique developed by any expert of the zone to try to freeze the baby´s crying, avoiding any noise pollution around. And by the way, a trial to protect the enviroment, cooling down, before it´s too late, any kind of revolutionary attitude against the pre-established things´ order (in Sweden).