martes, 8 de mayo de 2007

29



A simple vista un autobús urbano puede parecer un lugar de lo más rutinario: el recorrido nunca varía, el paisaje tampoco, las paradas siempre son las mismas y el precio también (salvo cada 1 de enero). Al fin y al cabo, lo único que cambia, además de la gente que se sube y se baja constantemente, es la duración del trayecto, dependiendo siempre de los atascos que se vaya encontrando por el camino.

El 29 es la excepción que hace que se cumpla la regla. El trayecto comienza en el West End, epicentro turístico londinense, y termina al norte de la ciudad más allá de la zona 3. Cada vez que te subes, te enfrentas a un mundo nuevo. Quiero decir, el trayecto, el paisaje, el precio no cambia de un día para otro como el tiempo, pero los acontecimientos que se celebran y las circunstancias que se dan nunca son las mismas. Cada vez que me subo tengo la sensación de que la aparente normalidad tiene sus minutos más que contados.

He visto de todo. Desde imágenes muy llamativas, sugerentes, divertidas, de esas que te hacen saltar a la acera esbozando una gran sonrisa a otras menos alegres, más desagradables, dignas de ser borradas de nuestra selectiva memoria. Sin ir más lejos, he presenciado encuentros y desencuentros de lo más variado, he visto robos y peleas, he escuchado entretenidos y delirantes monólogos y diálogos de gente de toda clase y condición. El 29 es un laboratorio sociológico sobre ruedas, una especie de montaña rusa urbana que no se detiene nunca. Nunca.

Bien podría decir que el 29 es otra historia, pero seguramente me quedaría corto.



(29)

At first sight a bus can seem a really routine place: the journey never varies, the landscape neither, the stops always are the same and the price too (except every January 1st). After all, the only thing that change, apart from the people that get in and out constantly, it´s the duration of the route, always depending on the traffic jams that can be found by the way.

The 29 is the exception that carries out the rule. The route starts in the West End, London touristic epicentre, and finishes in the north of the city, further than zone 3. Everytime you get in, you face a new world. The journey, the landscape, the price never change from one day to another like the weather, but the events are never the same. Always when I get in I´ve the feeling that the apparent normality has its minutes more than counted.

I´ve watched all kind of stuff. From eye-catching and funny images that make you jump to the pavement hinting a smile to others less cheerful, more unpleasant, worthy of be erased from our selective memory. Without going any further, I´ve witnessed many different meetings or misundertandings, watched thefts and fights, listened amusing and delirious monologues and dialogues from all class and condition. The 29 is a sociological-wheeled lab, a sort of urban roller coaster that never stops. Never.

I could say that the 29 is another story, but I´m sure I´d fall short.

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