domingo, 7 de febrero de 2010
¡Alguien está robando una bici!
Aprovecho la ocasión para presentar pública aunque virtualmente a la que es desde ya mi nueva compañera de viajes aquí en Londres. La compré ayer por 40 libras, está en garantía hasta dentro de una semana cuando me vuelva a cruzar en el parque de London Fields con el vendedor quien con gran talante negociador me prometió que si no me encontraba cómodo con ella me la cambiaba por otra del estilo. Sinceramente he de decir que espero que dure, y no digo esto por decir sino porque no es la primera bicicleta que he utilizado en estas tres semanas que llevo en la ciudad, lo cual, como se puede deducir, es sinónimo de catástrofe. Pero no voy a reparar a ese dato circunstancial, ya que como cualquier máquina, tarde o temprano, tenía que fallar y en este caso a esa bicicleta se le rompió de manera inesperada el cambio.
A lo que sí que me referiré es a la escena de acción en la que participé como protagonista previamente a su defunción, en compañía de dos actores secundarios que, todo hay que decirlo, casi fueron más protagonistas que yo, a pesar eso sí de su baja estatura y corta zancada. Eso sí, por su vestuario y su desinteresada ayuda, algo que no suele ser muy común en una gran ciudad como Londres, y menos en esta zona de la ciudad, ellos se ganaron su hueco en ésta historia ciclista desde el momento en que abrieron la boca para gritar a todo el vecindario que alguien estaba robando una bicicleta en la calle. Y, ¡maldita casualidad!, esa era la mía, mejor dicho, la de unos amigos.
Acto seguido, yo, protagonista circunstancial, o mejor dicho, testigo directo de este relato por el simple hecho de haber dejado mi bicicleta aparcada bajo llave enfrente de la casa de mis amigos, y también propietarios de la bicicleta en cuestión, mientras disfrutaba de una merienda con forma de bocadillo, me vi corriendo detrás de los supuestos malechores, con el afán único de recuperar la bicicleta y también, por qué no, un poco de mi honor.
Inconscientente eché a correr masticando todavía el bocadillo mientras trataba de comprender el trabalenguas en clave de rap que estos dos niños con grandes viseras me iban recitando a mis espaldas, y alcancé a divisar a lo lejos, al otro lado del parque donde se desarrolló la segunda parte de la escena, a los dos adolescentes que trataron, sin conseguirlo, de llevarse la bicicleta. Los niños, en su papel de secundarios aunque, como decía, mucho más protagonistas que yo, la encontraron tirada en el parque con el candado enredado en una rueda, curiosamente el mismo que atrajo por su vulnerabilidad a los adolescentes ladrones y que segundos después impidió con tal enredo que éstos pudieran llevar a cabo su objetivo escapando sobre dos ruedas.
Cuando la secuencia llegó a su fin, y una vez recuperada la bicicleta y también la respiración, ellos seguían a lo suyo dándole a las rimas, les tendí un billete de 10 libras y les invité muy agradecido a que se fueran al McDonald´s a tomarse unas hamburguesas a mi salud, obviamente a costa de la suya propia.
No les vuelto a ver por el barrio, pero me alegra pensar que a pesar del contexto difícil que seguramente les ha tocado vivir, siguen alejados de la maldad e hipocresía del mundo adulto que les rodea en este barrio. Al menos, de momento. Y espero, eso sí, que les dure tanto, al menos, como a mí mi nueva bici.
(Someone is stealing a bike!)
I take this opportunity to introduce in a virtual but public way my new traveling companion here in London. Yesterday I bought it for 40 pounds, and is under warranty until within a week when I re-cross the park from London Fields to meet again the seller that with great willingness to negotiate promised me that if I was not comfortable with it I would change it for another similar one. Honestly I must say that I hope it lasts, and not meant to say but because it is not the first bike I´ve used in these three weeks that I´ve been back in the city, which, as can be seen, is a synonymous of disaster. But I will fix that circumstantial happening, because like any machine, sooner or later had to fail and in this case the bike´s gear broke unexpectedly.
To which I refer is itself the scene of action in which I participated as main character prior to his death, accompanied by two supporting actors who, it must be said, most were more characters than me, despite their short stature and stride. In fact, with their costumes and their generous assistance, which is usually not very common in a big city like London, and on this part of town even less, they earned their niche in this my cycling history from the time they opened their mouths to scream the entire neighborhood that someone was stealing a bicycle in the street. And damn chance!, that was the mine, or better said, some friends of mine´s.
Next, I was circumstantial character, or rather a direct witness of this tale for the simple fact of having left my bike locked across the street from my friends´ house, and also owners of the bike in question, while enjoying a snack shaped sandwich, I was running behind the alleged malefactors, with the only aim to recover the bicycle and why not, some of my honour.
Without time to think I started running while munching a sandwich at the same time I was trying to understand the key twister rap of these two children with large caps that were reciting behind my back, and caught a glimpse in the distance, across the park where the second part of the scene took place, the two teenagers who tried, without success, to steal the bike. Children, in its secondary role, although, as I said, a lot more players than me, found the bike lying in the park with the lock entangled in a wheel, curiously the same one that attracted because of its vulnerability to the adolescent thieves and that seconds later prevented with such a mess that they could carry out his goal to escape on two wheels.
When the sequence ended, and once recovered both the bike and breathing, they were giving to his own rhymes, I handed them a ticket for 10 pounds and invited them indebted to go to McDonald´s to eat some burguers on my health, obviously at the expense of their own.
Not seen them around the neighborhood again, but I am glad to think that despite the difficult situation that surely they happen to live, remain away from the wickedness and hypocrisy of the adult world around them in this neighborhood. At least for now. And I wish, at least, that they will remain this way as long as I keep my new bike.
Rugby
Ayer dediqué parte de la tarde a ver rugby, concretamente el partido del Seis Naciones que enfrentaba a Inglaterra y Gales. He de reconocer que nunca antes había visto un partido completo, pero ayer me decidí a intentar interpretar en solitario las reglas , tanto las escritas como las no escritas, de este deporte que formará parte del programa olímpico de Londres 2012.
Mientras lo veía me vino a la cabeza un viaje que tuvo como excusa uno de los torneos más importantes de rugby de la región Asia-Pacífico, el HKSevens, que me llevó hasta la ciudad de Hong Kong. El torneo, para aquellos que no sean aficionados al rugby, es algo así como un carnaval multitudinario que gira alrededor de una pelota en forma de melón, tanto dentro como fuera de campo.
Hago un inciso aquí para dejar claro que jamás había experimentado el ambiente de un torneo de este tipo, pero desde entonces sigo sin creerme que pueda haber alguna modalidad deportiva capaz de competir en este sentido con el espíritu festivo del rugby. Hong-Kong es una ciudad de vértigo, o si se prefiere, de contrastes, pero mezclada con esta fiesta multicolor que atrae a gente variopinta de diversas nacionalidades, incluidas Fiji y Samoa, por poner dos exóticos ejemplos, puedo asegurar que este acontecimiento no deja indiferente a nadie. Máxime si como fue el caso, consigues colarte en el estadio donde se celebra la final del Sevens, ves el último ensayo del encuentro, ganan el partido y el torneo los "All Blacks" (el equipo neozelandés) y te bailan una desafiante danza tribal maorí, "haka", en tus narices para celebrarlo y compartir su entusiasmo.
Como se puede entrever en estas líneas nunca me ha interesado demasiado el rugby, y si pasármelo mejor, pero aquel fin de semana me quedó grabado uno de los conceptos básicos de este deporte, "el tercer tiempo", un acto que se celebra al término de cada encuentro y que reúne a los jugadores de cada conjunto para relamerse con cerveza las heridas producidas durante la batalla acaecida durante el tiempo reglamentario.
Además lo que reconozco y valoro sobremanera de este deporte desde entonces, vaya desde aquí mi agradecimiento a mis compañeros de viaje, quienes muy diplomáticamente aceptaron desde antes incluso de subirnos al avión en Bangkok que a mi el rugby me importaba más bien poco, es que ninguna afición de ningún otro deporte se lo pasa mejor, tanto dentro como fuera del campo, gane su equipo o se lleve para casa la famosa cuchara de madera que entregan de manera extraordinaria en el Seis Naciones.
Y es que en otros deportes, mucho más mayoritarios en algunos países como el que me vio nacer, España, o en el que resido actualmente, Inglaterra, la diversión suele tornarse en violencia cuando suena el pitido final del partido, y a veces hasta antes incluso de que de comienzo. En el rugby, por suerte, eso no suele ocurrir y cuando se acaba el partido empieza lo mejor. Es ahí cuando la violencia deportiva se traduce en diversión generalizada.
Y es que como dicen los amantes de este rudo pero elegante deporte de contacto, si comparamos el rugby con el que dicen ser el deporte rey a nivel planetario, "el fútbol es un deporte de caballeros jugado por animales, mientras que el rugby es un deporte de animales jugado por caballeros". De los aficionados sugiero que cada uno saque sus propias conclusiones, para no herir sensibilidades, o si se prefiere, para no enfangarme.
(Rugby)
Yesterday I spent most of the afternoon watching rugby, the Six Nations´ match between England and Wales. I must admit that I had never seen a complete game, but yesterday I decided to try to understand the rules, both written and unwritten, by myself of this sport that will be part of the Olympic program of London 2012.
While I was watching, it came to mind a trip that with the excuse of one of the largest rugby tournaments in the Asia-Pacific region, the HKSevens, led me to the city of Hong Kong. The tournament, for those who are not rugby fans, is something like a massive carnival that revolves around a melon-shaped ball, both on and off the field.
I would point here to make it clear that I had never experienced the atmosphere of an international tournament like this, but since then I still believe there can´t be any type of sport capable of competing in this direction with the festive spirit of rugby.
Hong Kong is a city of vertigo, or if preferred, full of contrasts but blended with this event that attracts motley people from nationalities, including Fiji and Samoa, to take two exotic examples, I can assure that anyone attending this event won´t feel indifferent, especially if, as it was the case, get into the stadium where they celebrate the end of the Sevens, you see the last try of the game, the All Blacks (New Zealand´s team) win the game and the tournament and you go through a challenging Maori tribal dance, "haka", in your nose to celebrate and share their enthusiasm.
As anyone can read in these lines I´ve never been too much interested on rugby, but enjoy myself now and then, but that weekend I got one of the basics of the sport, the third time, an act that takes place after each game, bringing together players from each squad and set to lick its wounds with beer during the battle which took place during the regular time.
Furthermore, what I recognize and greatly appreciate the sport since then, go from here my appreciation to my fellow travelers, who diplomatically agreed even before we got on the plane in Bangkok I cared very little about rugby, is that there´s no taste of any other sport like this, both inside and outside the field, either if their own team win or take to house the famous wooden spoon that deliver dramatically in the Six Nations.
In other mainstream sports, in some countries like where I was born, Spain, or in which I live now, England, the entertainment often turn into violence when the final whistle sounds in the game, and sometimes even before that just from the beginning. In rugby, thankfully, this does not happen, and when the game is finished the best fun comes. That's when the sports violence results in mass fun.
And as rugby fans say say about this rough but elegant contact sport, if you compare rugby with the sport that claims to be the king of sports globally, "football is a gentlemen's sport played by animals, while rugby is a animal´s sport played by gentlemen". About the fans I suggest you to get your own conclusions, not to offend sensibilities, or if preferred not to poach myself.
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