viernes, 20 de febrero de 2009
Días en Birmania
Un chiste popular recorre las calles de Yangoon. Bromea sobre el hecho de que el escritor inglés George Orwell no sólo escribió una novela sobre Birmania sino tres: Burmese days, Animal Farm y 1984. Reconozco que sería un buen chiste si no fuera porque es terriblemente cierto.
Hace ya más de dos meses que se terminaron mis días en la antigua Birmania, desde hace tiempo rebautizada como Myanmar por los omnipresentes y todopoderosos militares, pero yo a día de hoy aún sigo soñando con ella. Ya sea a través del libro de Orwell, de las fotos que tomé durante el viaje o de una trágica noticia emitida por la CNN hace unos días. He de reconocer que jamás ningún país me había impactado de esta manera.
Y no lo digo sólo compadecido al recordar las múltiples tragedias que le ha tocado vivir en los últimos años, tanto políticas como naturales, ni tampoco por su extraordinaria belleza, desde sus monumentales paisajes a sus infinitos templos. Si por algo siento ahora esta deuda es por la inhumana amabilidad y generosidad de sus gentes, por su sonrisa fácil, sincera.
A pesar de las terribles circunstancias en las que vive el pueblo birmano, no recuerdo un mal gesto, salvo por parte de los cachorros de la Junta Militar. Recuerdo el trato de la agente de viajes que me atendió nada más aterrizar en Yangoon, la partida de ajedrez que jugué contra medio pueblo en Bagán, el paseo en bicicleta por Mandalay acompañado por una profesora que muy amablemente me guió de manera completamente desinteresada durante gran parte de su día libre, el trayecto subido a un tractor en compañía de unos campesino que iban a una feria rural donde el aconteciemiento más importante era un partido de volley-ball, la charla que mantuve en medio del lago Inle con un activista político disfrazado de comerciante que me dedicó todo su tiempo para explicarme desde dentro cómo se vive en su país a cambio de un simple "no olvides a nuestro pueblo" o a los marineros rockeros que conocí entre birras la noche antes de partir.
Sinceramente un tesoro de país repleto de gente encantadora con unas ganas de vivir más que envidiables. Ojalá ellos algún día también obtengan su merecida recompensa. Yo sueño con ello. Ahora y siempre.
(Burmese days)
A popular joke goes around the streets of Yangoon. It tells about the fact that the English writer George Orwell wrote not just one but three novels about Burma: Burmese days, Animal Farm and 1984. I acknowledge that it would be a great joke if only it weren´t so terribly true.
For over two months that my days in the former Burma ended, a country that has long been renamed as Myanmar by the omnipresent and all-pervasive military, but I still to this day I dream of it. Either through Orwell´s book, the photos I took during the trip or a tragic news broadcast by CNN a few days ago. I must admit that no country ever had impacted me this way.
And not only to feel sorry for the many tragedies that has lived in recent years, both political and natural, nor for its extraordinary beauty, from its monumental landscapes to its infinite temples. If I feel by now this debt is because the inhuman kindness and generosity of its people, for their easy and sincere smile.
Despite the terrible circumstances in which the Burmese people live nowadays, I do not remember a bad gesture, except from the pups of the military. I remember dealing with the travel agent that I met just landed in Yangoon, the chess game I played against Bagan half-town, the ride by bike in Mandalay accompanied by a teacher who very kindly guided me completely disinterested during much part of her day off, the trail climbed a tractor accompanied by a group of peasanta who went to a rural fair where the most important event was a volley-ball game, the conversation I had in the middle of the Inle Lake with a political activist in disguise merchant that he devoted all his time to explain me how is living inside their country in exchange for a simple "do not forget our people" or the rock´n´sailors that I met between beers the night before leaving the country.
Frankly a country full of treasures with lovely people who simply want to live. Hopefully, someday, they will also get their well-deserved reward. I´ll dream about it. Now and then.
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